martes, abril 24, 2007

El ser biográfico

Digámoslo sin mayores rodeos. Más allá del enajenante empleo asalariado, el trabajo propio del ser humano es aquel que le dé ser. El llamado (vocación) del hombre proviene de su propio y más íntimo ser; el ser que exige ser. Por supuesto, la indagación sobre el sentido de la propia existencia acaece cuando reflexiona el ser humano sobre la fatua necedad de la vida de preservarse por preservarse sin más. Cuando despierta a la autoconciencia, cuando el hombre sale de sí y contempla su propio quehacer. Entonces y sólo entonces nada en el mar abierto de la libertad, pone en acción su libre albedrío. Actúa mediante la consciente elección, y no ya sólo por las meras reacciones biológicas de sus padecimientos metabólicos (movimientos autómatas, ora físicos, ora bioquímicos).

Es indudablemente el hombre ciudadano de dos realidades: naturaleza y espíritu. Y debido a esto, hemos ya señalado que responde a dos tipos de exigencias: las necesidades biológicas y las tendencias espirituales. A ninguna puede escapar. Es el hombre necesariamente exiliado de sí. Condenado al desdoblamiento de la autoconciencia. Y ello abre la posibilidad de elegir (el universo moral): la autenticidad o la hipocresía; el miedo al compromiso, o la valentía por la libertad de la diferencia. Lo más honesto es responder al llamado del propio ser que busca expresarse, que busca realizarse a través de los actos de la persona. La libertad no puede expresarse ni sentirse con mayor presencia de otra manera. Pues la libertad no tiene sustento fuera de la autoconciencia humana. El mismo espíritu escapa al determinismo de la naturaleza en el momento justo en que da cuenta de ella. Incluso escapa del mismo espíritu que desee esclavizar su voluntad. Pero llamamos "escape" a la simple posibilidad de elección, que presupone un distanciamiento que vuelva conscientes las opciones en tanto que opciones. El hombre puede decidir prescindir de sus necesidades biológicas y elegir detener el flujo cíclico de energía que preserva la vida. Igualmente puede elegir prescindir de sus exigencias espirituales y reducirse al plano de la vida biológica. O bien, puede elegir atender al llamado de su ser más íntimo y realizarlo mediante la praxis.

Las acciones que responden al ser que no puede expresarse sino como historia contienen contradicciones. Ellas generan la trama que el individuo administra con su trabajo, con su gasto de energía. La libertad plena es expansión, es multiplicidad. Y en la multiplicidad conviven inevitablemente los contrarios. No puede por tanto el hombre poseer plena libertad, es finito, acaso solo el deseo de ella; lo cual no lo conducirá a ningún otro lugar que a la melancolía. Pero no puede aprender el hombre a administrar su ser, hacerle coincidir felizmente con su limitada libertad, sino mediante la acción misma, mediante el ensayo y corrección que es la vida. Ineludiblemente es la existencia humana la trama del ser, que componemos mediante la administración de nuestro esfuerzo laboral, nuestra conducta. Pues el ser del hombre no está dado sino como devenir histórico, porque es conciencia, es memoria y es voluntad. Algo radicalmente distinto de las meras cosas (no humanas), cuyo ser está dado ausente de autoconciencia, ausente de lenguaje, de disgresión, de dialéctica, y por tanto, inherentemente inmóvil por los siglos de los siglos.

4 comentarios:

Carlos V. dijo...

Roberto: En tu texto me sigue intrigando esta línea: Lo más honesto es responder al llamado del propio ser que busca expresarse, que busca realizarse a través de los actos de la persona. La libertad no puede expresarse ni sentirse con mayor presencia de otra manera. Pues la libertad no tiene sustento fuera de la autoconciencia humana
En general, concuerdo con esta visión; sin embargo, aún me surge la duda: ¿qué pasa cuando alguien, libremente, decide no responder a su llamado? ¿o es que acaso es imposible decidir libremente no atender a la vocación?
Equiparas, según te he entendido, la libertad con la autoconciencia; más aún, la primera se fundamenta en la segunda. Me inquieta un poco: ¿sólo se es libre cuando se es autoconciente? Si es así, esto implicaría muchos problemas; uno de ellos, quizá extravagante, es que de acuerdo con ello, los animales no son libres; no tendrían la posibilidad de pro-yectarse. Otro caso serían, por ejemplo, los niños, quienes tampoco serían libres sino hasta que adquieren autoconciencia.
¿Podrías aclararme un poco más esta noción y su interrelación? Me refiero a la noción de libertad y su relación con autoconciencia.

rc dijo...

La respuesta a tus preguntas fueron excusa para publicar un nuevo texto.

Gerardo Vázquez dijo...

dices que los humanos son tanto biológicos como espirituales, y que tienen necesidades biológicas y "tendencias" espirituales, ¿el término es empleado arbitrariamente o lo has meditado?

¿por que no usaste "necesidades espirituales"?
este es sin duda (toda la pagina y todos los blogs) un sitio de discusión ética.

rc dijo...

Para ser sincero contigo, Gerardo, no puedo recordar por qué no utilizé el término "necesidad". Tal vez me espantó la carga determinista que quería imputarle a algo tan aparentemente libre como la libertad misma... Sé de qué va este tema, mi estimado.

Saludos.