Por JRCN
Resumen.- Lo que me propongo realizar en el presente ensayo es un análisis de la tesis de incompatibilidad entre libertad e indeterminismo, a la luz de la evidencia fenomenológica común y cotidiana. A mi parecer existe una ambigüedad en la forma en que usa van Inwagen la expresión “una cuestión de azar”, de manera que no queda claro cómo podríamos tener conocimiento—y que de hecho tenemos—sobre los eventos futuros a tal grado que podamos predecirlos. Suceden cotidianamente tales fenómenos y suponen un reto al defensor del azar: ¿cómo es posible que el agente pueda predecir acertadamente los eventos futuros, en la deliberación, si ésta no tiene poder sobre ellos? Esta pregunta de “sentido común” es la que me dispongo investigar.
Preliminares sobre la libertad metafísica y el determinismo
La palabra “libertad” tiene más de un sentido. Se habla de que los agentes son libres si no tienen obstáculos físicos, económicos o psicológicos. Por ejemplo, si ahora mismo estuviera atado de manos, no sería libre para escribir en este teclado; o si sufriera vértigo no sería libre para subir a ningún rascacielos. Estos tipos de libertades son definidos de manera negativa en relación con la ausencia de ciertos obstáculos para una cierta acción.
Según van Inwagen no puede haber una definición negativa cuando trasladamos el tema de la libertad al campo de la metafísica. Esto lo justifica arguyendo que los obstáculos físicos como los referidos arriba no influyen en la libertad—entendida metafísicamente—de la manera en que influye en otras libertades (como la económica, psicológica, etc.). Toma como ejemplo la tesis del determinismo y afirma que si una voluntad (will) es resultado de las leyes naturales y el estado del mundo en el pasado, no significa que estos últimos le sean un obstáculo a aquélla, ni tampoco que la voluntad enfrente un mayor número de obstáculos para realizar sus acciones.[1] En este punto van Inwagen parece confundir los niveles en que se podría hablar de obstáculos. ¿Por qué no se ha detenido a buscar un “obstáculo” para la libertad que sea propiamente metafísico y que la pueda definir así de manera negativa?
Nuestro autor insiste en que debe haber una definición positiva de libertad para la metafísica y recurre entonces al análisis filosófico de la palabra “poder”. A parecer suyo, la oración “Puedo decir la verdad” sería equivalente a decir “Soy libre para decir la verdad”. Pero nos previene de no confundir el uso preciso de la expresión que tiene en mente. “Puedo” no debe significar un sentido moralista, como el usado en la expresión “No puedes negarte a darle limosna a ese vagabundo hambriento”. Aquí, el uso de la expresión “no puedes” no denota una imposibilidad metafísica sino una exhortación moral, que se aplica precisamente porque se cree que una persona sí puede (en sentido metafísico) negarse a dar limosna. En otro sentido, tampoco se debe insistir en darle un uso que signifique la ausencia total de obstáculos (económicos, psicológicos, etc.), pues de la ausencia de todo obstáculo no se sigue que un agente posea libertad metafísica para hacer tal o cual acción. ¿Pero entonces cómo hay que entender que un agente libre de obstáculos pueda no ser libre para actuar o que una condición de la exhortación moral sea precisamente tener el poder metafísico para hacer lo contrario de lo que exige?
The free-will thesis is the thesis that we are sometimes in the following position with respect to a contemplated future act: we simultaneously have both the following abilities: the ability to perform that act and the ability to refrain from performing that act. (This entails that we have been in the following position: for something we did do, we were at some point prior to our doing it able to refrain from doing it, able not to do it.)[2]
Ilustremos: si en este preciso instante sintiera frío, me nacería el deseo de abrigarme. Desde el momento en que me surge este deseo, comienza un proceso de deliberación acerca de la acción que podría suceder en el futuro con respecto a dicho deseo. Podría, pues, levantarme de la silla e ir a mi armario en busca de un abrigo, o bien podría elegir seguir escribiendo esta oración sentado frente a la computadora; pero cual sea mi resolución final, la libertad metafísica—de ser cierta—implicaría que ha estado en mi poder, y en nada más, que ocurriera o lo uno o lo otro.
Hasta ahora solamente hemos distinguido el concepto de libertad metafísica de la forma en que se definen las otras libertades “empíricas”, por llamarlas así; y hemos señalado la caracterización positiva que de ella hace van Inwagen. Empero, es menester analizar la forma en que nuestro adquirido concepto de libertad metafísica se relaciona con las tesis del determinismo y el indeterminismo, que es donde mayor sentido adquiere.
La pregunta por la libertad metafísica está relacionada con la pregunta acerca del carácter de las leyes naturales que establecen el modo en que ocurren los eventos del mundo. Las leyes tienen que ser de una u otra manera: deterministas o indeterministas. La tesis del determinismo, según van Inwagen, sostiene que las leyes naturales y los eventos del pasado determinan una sola serie de eventos futuros.[3] Esto significa que los eventos que llevamos a cabo son los únicos que realmente podemos realizar. Ilustremos esto regresando al ejemplo ya introducido. Si al final elegí abrigarme, esta acción fue realmente la única posible a realizar. Pero entonces, al parecer, el proceso de deliberación previo a mi acción—a saber, el decidir que era preferible interrumpir mi trabajo y quitarme el frío—resultó ser algo vano, puesto que en realidad no tenía alternativa alguna qué elegir. Esto último merece un análisis más detallado.
Van Inwagen nos ofrece otro modo de ilustrar la tesis del determinismo. Si alguien con semejante capacidad—Dios—regresara el tiempo y deshiciera los eventos del mundo ocurridos, y luego, desde algún momento en el pasado, volviera a echar a andar el tiempo, los eventos de esta “segunda vez” serían exactamente los mismos que ocurrieron la “primera vez”; y lo mismo si se hicieran n regresiones. Pero reflexionemos: si Dios me regresara al momento en que deliberé acerca de abrigarme o no, ¿cuál sería mi experiencia introspectiva? Si yo decidí abrigarme fue, en primer lugar, para desaparecer el molesto frío que me molestaba. Este motivo por el que me conduje finalmente hasta el armario sería exactamente el mismo en cada nueva regresión del tiempo, puesto que es parte de una cadena de eventos que forma una línea de la cual no puede salir. En el determinismo no hay alternativas que se bifurquen hacia el futuro.
Por otro lado, van Inwagen piensa que la tesis del indeterminismo resulta de la negación del determinismo.[4] Si ésta sostiene que los eventos del pasado y las leyes naturales determinan un único futuro, el indeterminismo niega que las leyes naturales y los eventos del pasado determinen un único futuro. “If the laws are indeterministic, then more than one future is indeed consistent with those laws and the actual past and present”[5]. Analizaremos esta tesis con mayor profundidad en el siguiente apartado cuando veamos el argumento que van Inwagen propone para la incompatibilidad de dicha tesis con la libertad metafísica.
El argumento Mind
Peter van Inwagen nos proporciona algunas ideas para defender la incompatibilidad entre libertad e indeterminismo. Siguiendo con la metáfora de la línea temporal de eventos, si las leyes naturales son deterministas, la línea jamás se bifurcará en otras líneas que se extiendan hacia distintos futuro, dado que hay un solo futuro posible. Pero si las leyes naturales son indeterministas, la línea se bifurcará en distintos futuros igualmente posibles de ser realizados.
The divergence from a common origin represents diagrammatically the fact that either of two futures is a possible outcome of my deliberations. My deliberations, therefore, do not determine which future I shall choose. But then what does determine which future I shall choose? Only chance, it would seem, and if only chance determines which paths into the future I follow, then how can it be that I have a choice about which of them I follow?[6]
Y permítaseme citar otro breve pasaje:
If the laws are indeterministic, then more than one future is indeed consistent with those laws and the actual past and present—but how can anyone have any choice about which of these futures becomes actual? [...] isn’t it just a matter of chance how things did happen in the one, actual course of events? And if what we do is just a matter of chance—well, who would want to call that freedom?[7]
¿Cómo es que un agente tiene el poder de elegir qué bifurcación seguirá el curso de eventos del mundo, si el momento de su deliberación es un segmento de la línea de la cual diverge todo futuro posible? En otras palabras: la deliberación es antecedente de cualquier futuro por igual, entonces, por sí sola, ella no tiene el poder para determinar cuál evento ha de realizarse al final. Es cierto que los eventos del pasado sí ejercen fuerza causal sobre los eventos del futuro[8], pero esto no implica que tengan el poder de determinar alguno de ellos. Todo lo contrario. Recordemos el ejemplo ya utilizado: En el momento de mi deliberación acerca de ir a abrigarme o no—introspectivamente—opté por hacerlo con el motivo o fin de desaparecer el frío que impedía concentrarme en el trabajo. Ese fue mi motivo. Ahora bien, según van Inwagen, si el mundo es indeterminista, realmente hubo la posibilidad de que no me abrigara; y aunque sí tuvo poder causal mi motivo, no hay razón para creer que eso me ha dado también un poder como el que quieren los defensores de la libertad metafísica. En otras palabras: aunque mi deliberación (a saber, tener el deseo de desaparecer el frío) sí tuvo poder causal sobre el evento siguiente (ir por un abrigo), ni lo uno ni lo otro tuvieron que darse[9]: no hubo un poder que les “obligara” a suceder. Mi acción de abrigarme fue azarosa en relación a mi deliberación, de la misma manera que mi deliberación fue azarosa en relación al evento que le antecedió.
Con base en lo anterior presentamos una reconstrucción formal del argumento a favor de la incompatibilidad entre libertad e indeterminismo:
(1) (Def. de libertad metafísica) Un agente es libre cuando tiene el poder tanto de hacer como de no hacer un posible evento futuro.
(2) (Tesis del indeterminismo) Mi deliberación es, por igual, un mismo antecedente para cualquiera de los posibles eventos futuros.
(3) El evento ocurrido en el futuro (la acción), cual fuere, no tuvo ventaja alguna sobre las demás posibilidades.
(4) Luego (P2, P3), los eventos futuros causados indeterministamente acontecen de manera azarosa.
Conclusión: (P1, P4) Libertad e indeterminismo son incompatibles.
Las premisas (1) y (2) son las definiciones que ya hemos establecido. Lo que debemos seguir reflexionando son las premisas (3) y (4). ¿Qué podemos decir de la premisa (3)? Ciertamente, la deliberación como antecedente del evento futuro es el mismo en cualquiera de sus posibilidades efectuadas. ¿Pero realmente coloca a todas éstas en la misma situación de ocurrir? Siguiendo con nuestro ejemplo, si alguien me preguntara porqué me levanté del escritorio y fui por un abrigo, yo respondería: “Es que me dio frío”. El deseo de querer desaparecer el frío de mi cuerpo fue el motivo que ocasionó la acción de ir por un abrigo. Ahora, el defensor de la libertad metafísica pretende que esto signifique que el deseo provino de mí y de ningún otro lado; que hay un poder en mí que me dio jurisdicción tanto sobre mis motivos como sobre mis acciones.
La anterior aclaración “introspectiva” a la que recurre el defensor de la libertad metafísica, como podemos ver, apela a la propiedad inalienable de un poder en el agente. La sospecha de van Inwagen es: ¿realmente hay dicho poder en el agente? Lo único que sabemos es que hubo un motivo, dado en la deliberación, que finalmente causó el evento futuro, la acción. En su libro An essay on free will—al menos en las páginas dedicadas al argumento Mind—, van Inwagen usa una variación de la palabra “necesidad” para hacer una descripción de la forma en que suceden los eventos futuros: una acción es causada pero no necesitada (necessitated) por la deliberación que le antecedió.[10] Si nos valemos de la expresión que nos ha ofrecido van Inwagen, podríamos decir entonces que el determinismo da necesidad al futuro pero a tal grado que ningún otro futuro alternativo es posible; y al contrario, el indeterminismo quita a tal grado la necesidad sobre el futuro que nada tiene poder sobre las alternativas que han de ocurrir. Son dos extremos en donde queda excluido el supuesto poder que el agente tiene sobre sus acciones. Así es comprensible la premisa (3) y cómo se sigue de ahí la premisa (4).
Para van Inwagen, apelar a ese “poder interno” a que nos referimos arriba—la voluntad libre del agente—no conduce sino a una petición de principio[11], de la misma manera en que Voltaire hacía burla de la virtus dormitiva. La “voluntad libre” o la “causación agencial” (agent causation) no representan una teoría de la acción indeterminista, es decir, no explican cómo podría ser que el agente tenga poder sobre los eventos futuros en un mundo indeterminista; simplemente dan por hecho que tiene ese poder para resolver el dilema.
En este apartado logramos una definición del indeterminismo, reconstruimos el argumento en que el azar reemplaza a la libertad metafísica y reconocimos que este argumento, para proceder, se sirve de la negación de todo tipo de necesidad sobre los eventos futuros. En el siguiente apartado continuaremos con la discusión acerca de la incompatibilidad libertad-indeterminismo a la luz de la experiencia introspectiva, para ver qué puede ofrecernos.
La experiencia introspectiva de la predicción de eventos futuros
¿Por qué es importante la experiencia introspectiva? Sería una grave ingenuidad creer que el llamado “sentido común” resolverá el problema de la libertad metafísica, pero sí puede ser que nos recuerde la existencia de algunos detalles que, por ser tan próximos y cotidianos, descuidamos y descartamos para la reflexión filosófica. ¿Y hay algo útil, para la discusión que nos ocupa, que pueda ofrecernos la introspección? A mi parecer sí lo hay.
Volvamos al escenario que nos ha servido de ejemplo a lo largo de nuestro ensayo. Repetiré una vez más que el motivo por el que fui por mi abrigo fue que sentía frío. Si el mundo es indeterminista, si realmente hubo posibilidad de que no terminara yendo por mi abrigo, entonces ¿estuvo en mí el poder para hacerlo? ¿Pude cambiar de parecer, pude cambiar de motivo? La pregunta nos remite, como ya hemos señalado en el anterior apartado, a una parte esencial e inalienablemente mía. Apelar a una facultad inherente que nos da el poder de la libertad metafísica no explica cómo es que ese poder logra influir en el futuro. Pero además, van Inwagen lanza otro argumento contra el defensor de la libertad metafísica: no cree que el agente sea la causa última de sus deseos.
A change in a natural part of one may well be identical with one’s coming to have a certain desire or with one’s acquiring certain belief. But a change in something that is not a part of one—even if it is inside one’s head and made of brain cells—could not posible be identical with either of these things.[12]
Y nos servirá este otro pasaje para complementar:
While we sometimes have a choice about the inner states that precedes our acts, very often we don’t… If someone maintained that those states of affairs, too, were states of affairs about which the thief had a choice, we could point out that they resulted from still earlier states of affairs, and this process could, in principle, be carried on till we reached the thief’s “initial state” about which he certainly had no choice.[13]
Como podemos ver, la cadena causal se extiende en el tiempo encontrando en cada evento un efecto de algo anterior y, a la vez, una causa de algo posterior. En el ejemplo que estuvimos manejando, no podríamos decir que el frío que me motivo a querer abrigarme tuvo su causa última en mí. Y según van Inwagen lo único que distingue al determinismo del indeterminismo es que no tendrían necesidad de ocurrir de la misma manera los eventos, si Dios hiciera una regresión del tiempo. Pudo resultar que no me abrigara, pero aún ello hubiera sido causa azarosa de mi sentir frío que, en definitiva, no fue generado desde mí. El poder “interno” del agente a que apelan los defensores de la libertad metafísica implica también el concepto de “causa sui”. Y según esta visión, el agente inicia en sentido absoluto, ex nihilo, una serie de eventos a partir de su deliberación, logrando romper la cadena causal de eventos que le han antecedido.
Me interesa señalar ahora un fenómeno que se nos revela en la introspección y que resultará significativo para nuestra reflexión analizarlo. Me referiré a lo que denomino como la “predicción de eventos futuros”. Y con esto no me refiero a otra cosa más que nuestra pretensión de conocimiento acerca de los eventos que siguen a nuestras deliberaciones. Por supuesto, el conocimiento a que hago alusión no es infalible, pero este hecho no parece reducir el hallazgo que nos ofrece este fenómeno. Imaginemos el momento de mi deliberación en que decido ir al armario a sacar un abrigo. Y sí me abrigué. ¿Podíamos decir que yo no sabía que el evento que seguiría a mi deliberación era justamente el de abrigarme? Compliquemos el asunto. Imaginemos un mundo posible en que, justo en el momento en que me disponía a levantarme del asiento y dirigirme al armario, mi hermana entró al cuarto y me pidió ayudarla urgentemente con alguna tarea doméstica; llamado al que yo respondí presto, pero después de otra brevísima deliberación acerca de la prioridad de responder a una urgencia, y en la que consideré que abrigarse no exigía mayor urgencia. Aunque el evento de abrigarme no hubiese ocurrido, también es cierto que cambié mi creencia respecto de su acontecer justo después de efectuarse la segunda deliberación (acerca de la urgencia de ayudar a mi hermana). Entonces sí atiné en predecir el evento futuro: que iría en ayuda de ella.
Pero compliquemos aún más el escenario. Sigamos en el mundo posible en que mi hermana pidió urgentemente mi ayuda. Ahora imaginemos que también fallé en ir con ella, pero ahora porque, lamentablemente, después de oír su pedido de ayuda, sufrí un ataque al corazón que me lo impidió, y terminé el día inconsciente en el Hospital. A toda vista, en este escenario posible, falló mi predicción. Pero debemos recordar, como vimos en el primer apartado de este ensayo, que los obstáculos físicos no significan limitación alguna para la libertad metafísica.
¿Por qué es relevante mi conocimiento falible acerca de los eventos futuros? Mi respuesta: ¿cómo es que podría saber qué ocurriría en el futuro próximo si de alguna manera no pudiera influir en él con mi deliberación? Además es un hecho común y cotidiano la predicción de las acciones, ciertamente limitada, como lo muestra el ejemplo anterior, pero la hay al fin. Y ¿qué teoría de la acción que no nos acercara, de alguna manera, a la idea de un poder metafísico sobre los posibles eventos futuros, podría explicarnos estos fenómenos sin volverlos triviales?
Pero creemos que van Inwagen tiene todavía una carta para explicar el fenómeno de la predicción a partir del azar. Recordemos que el indeterminismo no niega la causalidad entre eventos pasados y futuros, todo lo contrario. De hecho, la imagen a la que recurre van Inwagen[14] es la de un botón y dos focos de distinto color, de los cuales uno se enciende al azar después de haber sido presionado el interruptor. De la misma emanera en que se enciende un foco de estos, surge un deseo en el agente después de que un evento fuera de él ha sucedido. Quizá lo que reduce el poder metafísico del agente está solamente en el aparente hecho de no ser causa de sus propios deseos. Como siguen siendo éstos causa de las acciones futuras, en este sentido puede predecirlas. Lo que no puede predecir son los deseos que le vendrán.
¿Pero esto es cierto? ¿Qué nos retiene de creer que en verdad el agente es iniciador absoluto de una cadena causal de eventos? Lo único que señalamos antes fue que tal poder implica traer a la existencia algo ex nihilo. Y lo que sucede es que esta explicación suena contraintuitiva, porque generalmente tendemos a separar causa de efecto en dos distintas entidades. Para van Inwagen, buscar una primera causa inalienablemente propia no suena un camino atractivo por el simple hecho de que no explica realmente cómo se apropia del evento futuro la voluntad “libre”.
Ilustremos: si no hubiese recibido el “estímulo” del descenso de temperatura, no hubiera habido una respuesta en relación con ese evento; y cualquier otro evento futuro hubiese sucedido y en relación a cualquier otro evento del pasado. Pero sí fue el caso que descendió la temperatura y mi respuesta fue efectivamente ir a buscar un abrigo. Pudo suceder, en vez, que me fuera a acostar en mi cama o que me preparara una taza de chocolate caliente. Pero no. Sucedió que me abrigué y después continué escribiendo este ensayo, y logré predecir ambos eventos desde su respectiva deliberación. Si todo evento fue azaroso, y no fue mera coincidencia que lograra predecirlos en razón a que fui consciente de la causalidad que seguía funcionando, ¿cómo hubiera logrado fallar mi predicción? Van Inwagen respondería así: fallamos la predicción por los obstáculos empíricos que nada tienen que ver con la libertad metafísica. ¿Pero realmente el modelo anterior logra salvar al azar de entrar en conflicto con lo que revela la introspección?
Aceptar que la conciencia de la causalidad de nuestros deseos es lo que nos deja predecir las acciones futuras nos lleva a ciertas dificultades. En la introspección, mis acciones suelen presentarse como productos de mi autoría, justo en el sentido en que van Inwagen ha querido que “tener el poder de hacer x” implica la libertad metafísica. Es algo en lo que todos creemos. Bajo esa creencia, al generarse ciertos deseos, a veces contradictorios, en mi conciencia, hago una mezcla de ellos[15] durante la deliberación, de manera que conformarán una voluntad que finalmente se concretará en una acción. Si el mundo fuera indeterminista, en cada regresión sucedería azarosamente una mezcla distinta de creencias y deseos que resultaría, en cada caso, en una voluntad distinta. En este sentido es que van Inwagen logra privar al agente de su libertad ya sea el mundo determinista o intedeterminista. Su estrategia es descomponer la virtus dormitiva que había intentado explicar y dar punto final, a lo largo de la historia de la filosofía, al misterio de la libertad metafísica, a saber, el misterioso concepto de la voluntad. Parece que si los elementos en que se descompone no son otra cosa que respuestas a estímulos de eventos pasados, efectos cuyas últimas causas son externas, entonces podríamos decir que, en algún sentido, el mundo es la “historia de los estímulos”. No somos libres en el sentido de que, tengamos sólo un futuro o muchos posibles, todo lo que hacemos es ineludiblemente respuesta a un estímulo externo. Apelar a un deseo radicalmente propio es un “parche teórico” que finalmente repite el problema a que se intentaba dar solución, aunque ahora “a menor escala”, en fin, una petición de principio.
Como podemos ver, la argumentación de van Inwagen es realmente contundente. No parece importar mucho que el mundo sea determinista o indeterminista mientras nuestra voluntad se descomponga en deseos que, al parecer, son respuesta a estímulos o causas externas, las cuales nos han antecedido aún bastante más allá de nuestro nacimiento.
Consideraciones finales
La reconstrucción que ofrecimos del argumento Mind nos mostró la importancia de la negación de la necesidad en los eventos futuros, para que el azar sea una consecuencia del indeterminismo: No hay necesidad que venga desde los eventos pasados, luego, cualquier evento futuro ha de suceder y nadie tiene poder sobre ello. Pero vuelve a aparecer nuestra duda de la introspección, ¿por qué es tan fácil predecir un evento azaroso? Puedo pasar el resto de la noche prediciendo que terminaré de escribir este ensayo y paulatinamente me dará sueño y querré ir a la cama, y seguramente terminaré durmiendo en mi cama, vistiendo esa piyama, etc. Y tendré el deseo de mejorar este ensayo dedicándole más y más tiempo, aunque bien me de más y más sueño. Las disyuntivas que veo abrirse en mi futuro también me señalan, de alguna manera, que hay alguna conexión entre mi esfuerzo presente y las expectativas que tengo del futuro. Intuyo que la predicción del futuro no sólo tiene que ver con la causalidad, sino también con la inteligencia de saber manipular el ambiente y generar condiciones tales que permitan ciertos sucesos, que de otra manera no hubieran sucedido. También intuyo que en mí habita un “mercado” de deseos y creencias que puedo transformar a antojo, por ejemplo, si decidiera dedicarme a estudiar la Física o la Química; y que, de alguna manera, las estrategias que desarrollo con respecto a mis deseos y creencias las decido hoy mismo para que se conserven las mismas o cambien mañana. Por supuesto, esto último no es, de momento, sino un puro hablar al aire. Sin embargo, resultaría interesante reflexionar en otra ocasión si es posible que en esta manipulación de nuestros deseos y creencias puede volverse un hábito o una costumbre, incluso un arte; y si es posible que en este sentido logremos una apropiación tal que la voluntad se vuelva algo realmente interno.
A lo largo del ensayo descubrimos dos flancos de ataque de quienes defienden el azar en el indeterminismo: por un lado, la negación de la necesidad de los eventos futuros; y por otro lado, la descomposición de la voluntad en elementos que nos remiten, en último término, a causas con un origen externo al agente. El primer flanco lo expresa el argumento Mind y sirve para demostrar que ningún futuro en particular ha menester de realizarse, y que en este sentido nuestra deliberación no tiene poder sobre los posibles eventos futuros. El segundo flanco ha servido para dar respuesta al fenómeno introspectivo de la predicción de eventos futuros, y también distinguimos que viene muy en relación con el señalamiento de que apelar a un homúnculo dentro de nosotros que sustituya y repare lo que la “impropiedad” de nuestros deseos provocó, no es más que una petición de principio.
[1] <<But it is certainly not inevitable that my will encounter an obstacle on any given occasion in a deterministic world, and even in an indeterministic world, my will must encounter obstacles in many occasions. Indeed, there is no reason to suppose that my will will encounter obstacles more frequently in a deterministic world than in an indeterministic world. Anyone who believes that freedom is a negative concept will therefore conclude that the so-called problem of free will and determinism is founded on confusion>>. Peter van Inwagen, “The mystery of metaphysical freedom”, versión electrónica en The determinism and freedom philosophy website, editada por Ted Honderich: http://www.ucl.ac.uk/~uctytho/dfwIntroIndex.htm
[2] Peter van Inwagen, “How to think about the problem of free will”, por aparecer en The journal of Ethics.
[3] Cf. Peter van Inwagen, “The mystery of…”
[4] Cf. Peter van Inwagen, “How to think…”
[5] Peter van Inwagen, “The mystery of…”
[6] Ídem.
[7] Peter van Inwagen, “The mystery of…”. El subrayado es mío.
[8] Peter van Inwagen, An essay on free Will, Oxford University Press, 1983, p. 140.
[9] “But note that DB did not have to cause R, and since DB alone caused R, R did not have to occur”, Ibíd., p. 144.
[10] “…was caused but not necessitated…”. Ibíd., p. 140.
[11] Ibíd., p. 152.
[12] Ibíd., p. 141.
[13] Ibíd., p. 146. La cita lleva por ejemplo el caso de un ladrón que se arrepiente en el último momento de llevarse el motín que ha robado.
[14] Ibíd., p. 142.
[15] A decir verdad, van Inwagen reconstruye una teoría de la acción, según la cual no son sólo deseos sino también creencias, una mezcla de ambas, lo que resulta en una acción. Cf. Ibíd., pp. 126-152.
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