Por Carlos Vargas
Han pasado casi tres meses desde que se llevó a cabo el primer coloquio de estudiantes de filosofía en la FFyL de la UNAM, donde se discutió, entre otras cosas, el tema de la utilidad de la filosofía, esto es, el “para qué” de ella. En particular, este breve escrito surgió de una intervención que, curiosamente, emitió un presente en el coloquio y que –según confesó él mismo– no era filósofo. Su comentario fue (estoy citando de memoria): “yo como no filósofo, ¿por qué debería acercarme a la filosofía? ¿Qué me ofrece la filosofía? ¿Qué me vende la filosofía para que lo compre?”
Muchos de quienes se interesan por la filosofía en nuestros tiempos, deben luchar, día con día, ante interrogantes como esas. De hecho, es altamente probable que quienes se acercan a la filosofía supongan que algún beneficio les traerá, aunque desconozcan cuál sea exactamente. Éste es el punto importante: si hay filosofía, por algo será; podría decirse, para algo servirá. En muchas ocasiones, el tema de la utilidad de la filosofía es crucial para intentar convencer a quienes desconocen este oficio de que no es pura “pérdida de tiempo”, que su utilidad es importante. Pero dicho convencimiento no sólo se ofrece a quien no está cerca de la filosofía, sino a uno mismo, cuando decide estudiar la carrera. Así, uno mismo intenta averiguar la utilidad de la filosofía sin reparar, previamente, si es correcto indagar eso. ¿Qué hace la filosofía? ¿Su utilidad es concreta, es lucrativa? ¿Acaso el quehacer filosófico ha de ser unívoco? Además, si la filosofía sirve para algo, ¿le sirve igual para todos?
Todas estas preguntas tienen en su base una pregunta anterior, cuya respuesta damos por supuesta sin justificación alguna, a saber, ¿la filosofía debe tener alguna utilidad? Con esta pregunta, pues, espero suscitar el debate para tratar de elaborar un punto de vista más completo al respecto.
Han pasado casi tres meses desde que se llevó a cabo el primer coloquio de estudiantes de filosofía en la FFyL de la UNAM, donde se discutió, entre otras cosas, el tema de la utilidad de la filosofía, esto es, el “para qué” de ella. En particular, este breve escrito surgió de una intervención que, curiosamente, emitió un presente en el coloquio y que –según confesó él mismo– no era filósofo. Su comentario fue (estoy citando de memoria): “yo como no filósofo, ¿por qué debería acercarme a la filosofía? ¿Qué me ofrece la filosofía? ¿Qué me vende la filosofía para que lo compre?”
Muchos de quienes se interesan por la filosofía en nuestros tiempos, deben luchar, día con día, ante interrogantes como esas. De hecho, es altamente probable que quienes se acercan a la filosofía supongan que algún beneficio les traerá, aunque desconozcan cuál sea exactamente. Éste es el punto importante: si hay filosofía, por algo será; podría decirse, para algo servirá. En muchas ocasiones, el tema de la utilidad de la filosofía es crucial para intentar convencer a quienes desconocen este oficio de que no es pura “pérdida de tiempo”, que su utilidad es importante. Pero dicho convencimiento no sólo se ofrece a quien no está cerca de la filosofía, sino a uno mismo, cuando decide estudiar la carrera. Así, uno mismo intenta averiguar la utilidad de la filosofía sin reparar, previamente, si es correcto indagar eso. ¿Qué hace la filosofía? ¿Su utilidad es concreta, es lucrativa? ¿Acaso el quehacer filosófico ha de ser unívoco? Además, si la filosofía sirve para algo, ¿le sirve igual para todos?
Todas estas preguntas tienen en su base una pregunta anterior, cuya respuesta damos por supuesta sin justificación alguna, a saber, ¿la filosofía debe tener alguna utilidad? Con esta pregunta, pues, espero suscitar el debate para tratar de elaborar un punto de vista más completo al respecto.
2 comentarios:
No creo que el problema sea en absoluto poner en duda la utilidad de la filosofía. Creo que es demasiado obvia que únicamente no la vería quien haya carecido en absoluto de contacto con ella.
Hablar de utilidad (me choca la palabrita, pero es como se habla nowadays, en las postrimerías del auge neoliberal) es hablar de valores. Y preguntarse por la utilidad de la filosofía es preguntarse, pues, por el valor de la filosofía. El problema a que te enfrentas, y a tu parecer se enfrentan los filósofos cada día, es defender el valor propio de la filosofía.
En lo personal, aunque no lo discutiré aquí porque no es lugar, no creo que haya algo así como "la filosofía", sino más bien doctrinas varias como el kantismo, el platonismo, el hegelianismo, etc. Por consiguiente, se pregunta por el valor de tal o cual doctrina, pero no el de todas ellas en conjunto. Y el valor de cada doctrina depende finalmente de quién la reflexione y la ponga (nuevamente) en circulación.
Creo que el problema más bien es averiguar lo que se entiende por la cualidad de “ser útil” o tener valor. Lo que me parece que sucede es que los valores han sido ajustados a los nuevos tiempos, y a partir de tal ajuste se vuelve a preguntar por el valor de todas las cosas en el mundo. ¿Qué cosa es valiosa? Creo que Occidente piensa que es valioso lo que puede derivar en riqueza monetaria, material, sensorial-sensual, empírica. Tiene valor si puedo intercambiarlo por algo que pueda tocar y gozar con ello. ¿La filosofía produce esto? Dejemos la pregunta abierta.
Ya es obvio que mi comentario asume que la filosofía posee un valor otro que el meramente material. ¿Qué otro tipo de valores hay? Es una pregunta que no responderé aquí porque me parece necio: quien sabe, sabe, quien no sabe, no supo. Dispensen ustedes.
Me parece interesante la manera en la que abordas la relación entre utilidad y valor. Pero discrepo en dos puntos.
1. La filosofía es unitaria y múltiple a la vez. El hecho de que haya "doctrinas varias" sólo es posible desde el horizonte mismo de la unidad de la filosofía. Esto último lo demuestra la historia de la "ciencia primera". En efecto, hay kantismo, platonismo o hegelianismo (y estos "ismos" son cuestionables, pero los asumiré), como inidicas, pero ellos sólo han sido posibles en la medida en que abordan temas que sus predecesores han abordado. Dicho en otros términos, sin presocráticos no hubiese aparecido Sócrates ni sin éste, Platón o Aristóteles. Sin éstos no habría habido Escolástica ni un Descartes, Spinoza o Kant. La unidad de la filosofía se cifra en los problemas que aborda y no exclusivamente en las soluciones que da.
2. Podemos advertir, pues, que el hecho de abordar los mismos problemas de la filosofía revisando la manera en la que los han enfrentado otros filósofos, nos permite visualizar una valoración de la filosofía y no sólo de algunas corrientes. Ahora bien, sin duda que el valor de la filosofía no es material (y entendamos material en el sentido que tiene hoy en día, a saber, como algo que produce ganancias efímeras). La filosofía proporciona, creo yo, una gnancia en el ethos. Quizá ahí es donde debemos ubicar su valor y su utilidad.
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