viernes, mayo 21, 2010

De la autocensura de Televisa

Por supuesto es poco virtuoso desearle el mal a un opositor político. Si nos ponemos más kantianos, incluso habría reticencia en aplaudir los malos deseos de una víctima hacia su victimario. La idea del respeto es sin duda una de las más interesantes en la filosofía moral kantiana. Tiene un lugar especial en la acción humana, como motor del agente que busca la realización de algún valor moral. Cuando no se actúa moralmente (que no es lo mismo que actuar inmoralmente), se actúa típicamente con fines egoístas o prudenciales. ¿Qué problema tenemos ahí para incentivar el movimiento del agente? -Ninguno. La atracción de aquello que genera bienestar es suficiente para empujar la acción. En la acción moral, donde se carece de este tipo de incentivos, sólo queda el chispazo del respeto.

Una pregunta muy extraña en filosofía moral es la siguiente: ¿cómo reconocer que la acción que he elegido es una que entra en la clase de acciones moralmente correctas? Esta es una pregunta hermenéutica. No es lo mismo distinguir los valores de los antivalores (la nobleza en oposición a la vileza, por ejemplo), que reconocer el signo de un determinado valor en cierta acción particular. Resulta una pregunta extraña, debo admitir, sobre todo si se piensan los valores bajo un lente "aristotélico" —como lo hago yo—. Nombramos los valores porque sabemos captar el brillo moral de las acciones particulares, y no al revés. Si alguien no reconoce cierto valor en una determinada acción, parece que solo podemos pensar que ese alguien aplica las categorías morales incorrectas para calificar su acción; lo que nos conduce a pensar que no entiende el valor en juego, y que en realidad no está actuando moralmente por las sencilla razón de que desconoce las reglas del lenguaje moral que pretende usar.

La pregunta hermenéutica que he planteado, por más que la reflexiono, si bien le puedo encontrar algún excéntrico interés, no veo cómo podría adquirir facticidad. ¿Cuándo hay un caso sincero de esto? Mientras alguien no me replique y así pueda despertarme de este sueño escéptico, mantendré mis reservas.

El "club informativo" de la empresa Televisa es el objeto perfecto de esta clase de escepticismo. Pues una pregunta que ha dejado en perplejidad a muchos mexicanos es, precisamente, esta: ¿de qué manera la actualización noticiosa acerca del paradero de uno de los políticos más tradicionales de la ultraderecha mexicana puede lejanamente faltar el respeto a la familia Fernández de Cevallos? ¿En qué momento se hiere su dignidad?

Por supuesto no digo que no sea posible (como de hecho sucede frecuentemente en los canales de Televisa) explotar el morbo y el amarillismo para elevar los ratings de audiencia. De hecho, incluso, hubo una exigencia en varios sectores del público para detener el bombardeo informativo en el caso de la finada niña Paulette. Pero muy lejos estamos del caso Paulette en la última novedad de la prensa mexicana. En aquél, cualquier nimiedad era digna de aparecer en "primera plana", y hasta se abusó con descaro de la especulación para mantener la noticia varias semanas, pese a que en realidad toda el episodio carecía de especial interés para el pueblo mexicano (y por obvias razones: todos los días fallecen niños en México en condiciones lamentables, ¿por qué la atención excepcional hacia esta niña?). En el caso del "jefe Diego", la noticia de cada día es que NO se tiene ninguna noticia nueva, pues no hay ningún avance en la búsqueda del viejo político por parte de las autoridades mexicanas. Entonces ¿por qué la autocensura?

Si no hay novedad, simplemente no das nueva alguna en tu noticiero. Si careces de sentido moral y piensas que ofendes a la familia del protagonista, ¿qué sentido tiene avisar de tu silencio cuando de todas maneras habrías de llegar a él porque careces de novedades? Si echamos a volar la imaginación un poquito y aventuramos alguna hipótesis lúdicamente, inmediatamente llegamos a la idea de que Televisa alcanzó el paroxismo del amarillismo:
-No hay novedá, patrón.
-Entonces que la novedad sea que no informaremos más.
-¿Por la ineptitud de nuestra policía, patrón?
-No, ponle que porque somos muy respetuosos.
Si la intención era brillar moralmente por encima de los otros de su clase, el tiro sale por la culata. Por supuesto, como era de esperarse, Televisa no está actuando moralmente y resulta más que evidente. Su enrarecida estrategia más bien expone a esta empresa como lo que es: un medio masivo que agrede al pueblo, a las masas: cuando no desinforma sencilla y descaradamente no informa. Su plan actual es hacer pasar antivalores por valores e instituirlos en la práctica periodística por medio de subterfugios infames. Nuevamente la condena no debe callar: esta televisora actúa con vileza y tenemos la obligación de denunciarlo.

4 comentarios:

Robertson dijo...

Bien observado... para qué dárselas de virtuosos. El buen acto, incluso desde la perspectiva kantiana, se hace porque así es como debe estar hecho, por una buena voluntad (como es el término que Kant emplea), no por un deseo "egoísta" de reconocimiento.

- miren cuán responsable soy... anuncio que no voy a hablar del asunto porque soy muy respetuoso -

Es un buen ejemplo, en la teoría kantiana de la diferencia (que ya el mismo autor trabaja) de distinguir entre el obrar por deber y conforme al deber.


Un buen saludo a todos los pólemos.

rc dijo...

Y un saludo de vuelta, Roberto. Escribí este texto en una racha de furia, y ahora veo que he cometido varios errores de expresión y también ideológicos. Pero ya me da flojera editarlo.

Carlos V. dijo...

Qué gusto leer a los Robertos por acá, en este espacio con demasiada pasividad, a pesar de ser pólemos.

No sé si estoy de acuerdo con lo que expresa Roberto. Ciertamente, Televisa (y Tv Azteca, también)es una lamentable ofensa que fomenta y lucra con la demagogia.

El asunto Fernández de Cevallos, más allá de la perspectiva aristotélica o kantiana que han manifestado, revela problemas aún más graves que pueden leerse en clave de mensaje político. Pero no de amenaza hacia algún personaje público en especial, sino al aparato estatal completo.

Secuestrar a alguien tan poderoso que, según alguna revista política de respetable nombre, podría considerarse por encima de gente políticamente poderosa, es un acto temerario. Más aún, la lógica de esto sugiere que comencemos a especular vagamente acerca de lo que ocurre y, mientras tanto, los autores de tales actos podrán estar escondidos, quizá negociando, impunemente. Y la declarada reserva del mayor medio de difusión noticiosa (Televisa), puede verse como la absoluta incertidumbre acerca de lo que ocurre en las altas esferas. O, mejor dicho, como la declarada asunción de que nadie sabe quien tiene, realmente, el poder; o bien, si se sabe, al parecer no conviene saberlo, porque no es el Estado.

¿Fueron los narcos? No es su estilo: ellos matan "in situ". ¿Enemigo político? Puede ser pero, ¿quién se atrevería? Y así podríamos enumerar las especulaciones, algunas más viables que otras, pero desamparados por la falta de horizonte.

Lo cierto es que, sin Televisa orientando la opinión pública, el asunto Fernández de Cevallos es, hoy por hoy, una cuestión prácticamente invisible en estos días. Y lo que más me sorprende, es que este caso es sólo un ejemplo de cuán lejos está la filosofía (especialemente la ética) de la política en estos tiempos. Creo que nada se puede sacar de provecho, porque la información con la que contamos es, de entrada, sospechosa. Desde la incertidumbre no se llega a ningún lado, sólo a onanismos mentales.

No sé, tal vez ahora quieran hablar del asunto de Greg, el de Quintana Roo. Después de todo, los medios nos están autorizando hablar de eso (miserable consuelo).

Saludos a cuantos lean.

rc dijo...

Sí, estoy enteramente de acuerdo contigo Carlitos en cuanto a que el tema Fernández de Cevallos es muy oscuro para poder decir algo lejanamente sensato. Es bueno recomendar de momento la prudencia para no caer en ejercicios onanistas. Por eso, en realidad mi texto no trata sobre el caso Fernández de Cevallos, sino del caso Televisa.

Ahora, no quiero hablar al aire, pero yo creo que algo para lo que estamos entrenados los filósofos es para reflexionar hipotéticamente, o sea, en la incertidumbre. Ciertamente el caso Cevallos es político, y es difícil, pero bien, no deberíamos callar. De hecho creo que se mantiene demasiado silencio sobre el tema. Saludos.