A propósito del merecido homenaje a la Dra. Juliana González Valenzuela, y retomando un poco mi inquietud respecto de si hay o no fundamento para la moral, he decidido elaborar este breve escrito.
Considero que la moral tiene y no tiene fundamento. ¿Es una contradicción? Desde luego, pero lo primero que deseo establecer es que la ética y, consecuentemente la moral, no puede obedecer (necesariamente) al Principio de No-Contradicción.
Para la Dra. González, el ethos posee al menos seis sentidos que se correlacionan (Cf. González, Juliana; El poder de Eros. Fundamentos y valores de ética y bioética, México: Piados, 2000, Pág. 49-55). Uno de esos sentidos del ethos es la costumbre. No es sino mediante la costumbre, como se va forjando el carácter (otro sentido del ethos); es posible que la Dra. González haya pensado en Aristóteles, puesto que éste consideraba indispensable la costumbre de buenos hábitos para el perfeccionamiento ético. Si toda -o la mayoría- la sociedad puede lograr, merced la costumbre, buenos hábitos, entonces dicha sociedad será “buena”. Ahora bien, una de las características más esenciales de la moral, es precisamente la conservación de la costumbre. Puesto que el ethos es costumbre, entonces el fundamento de la moral, en última instancia, es el ethos mismo.
Por otro lado, el ethos es dinámico; esto quiere decir que las costumbres no son fijas, de hecho, cambian; por tanto, el ethos es la conjunción de costumbre y dinamismo. El ethos, por tanto, deviene. Al haber devenir, la moral no puede pretender (como de hecho lo ha pretendido) tener un fundamento sólido e inmutable. Todo intento de justificación de la moral, por consiguiente, se diluye y se pierde porque lo que se considere fundamento estable de una moral, dejará de serlo conforme el paso del tiempo. Por ello, la moral no tiene fundamento sólido, estable, claro y distinto.
La existencia del ethos es, entonces, el fundamento de la moral, pero éste no es fijo, en tanto que el ethos deviene.
Considero que la moral tiene y no tiene fundamento. ¿Es una contradicción? Desde luego, pero lo primero que deseo establecer es que la ética y, consecuentemente la moral, no puede obedecer (necesariamente) al Principio de No-Contradicción.
Para la Dra. González, el ethos posee al menos seis sentidos que se correlacionan (Cf. González, Juliana; El poder de Eros. Fundamentos y valores de ética y bioética, México: Piados, 2000, Pág. 49-55). Uno de esos sentidos del ethos es la costumbre. No es sino mediante la costumbre, como se va forjando el carácter (otro sentido del ethos); es posible que la Dra. González haya pensado en Aristóteles, puesto que éste consideraba indispensable la costumbre de buenos hábitos para el perfeccionamiento ético. Si toda -o la mayoría- la sociedad puede lograr, merced la costumbre, buenos hábitos, entonces dicha sociedad será “buena”. Ahora bien, una de las características más esenciales de la moral, es precisamente la conservación de la costumbre. Puesto que el ethos es costumbre, entonces el fundamento de la moral, en última instancia, es el ethos mismo.
Por otro lado, el ethos es dinámico; esto quiere decir que las costumbres no son fijas, de hecho, cambian; por tanto, el ethos es la conjunción de costumbre y dinamismo. El ethos, por tanto, deviene. Al haber devenir, la moral no puede pretender (como de hecho lo ha pretendido) tener un fundamento sólido e inmutable. Todo intento de justificación de la moral, por consiguiente, se diluye y se pierde porque lo que se considere fundamento estable de una moral, dejará de serlo conforme el paso del tiempo. Por ello, la moral no tiene fundamento sólido, estable, claro y distinto.
La existencia del ethos es, entonces, el fundamento de la moral, pero éste no es fijo, en tanto que el ethos deviene.
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