domingo, abril 27, 2008

¿Y dónde quedó la vocación?


Recientemente hubo una gama de movimientos y asambleas en relación con la modificación al plan de estudios de la carrera de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Estos movimientos fueron impulsados por un grupo de estudiantes inconformes que protestaron, entre otras cosas, por la reducción de horas en las asignaturas. Muchas de las inconformidades surgieron porque no se consultó a la comunidad estudiantil para evaluar dicho cambio. Así pues, se calificó tal cambio como una “imposición”. De acuerdo con la coordinación del colegio de filosofía, el cambio se llevó a cabo para que los alumnos aprovecharan la mitad de sus horas de clase para hacer sus lecturas, buscar información, etc.

¿Afecta realmente la reducción de clases? En rigor, no. La formación de los estudiantes de filosofía no depende de la cantidad de horas de clase; de hecho, el programa admite (desde luego que puede variar según el profesor) que el educando no se presente a clases y cumpla con las evaluaciones que le permitan acreditar la materia. Incluso, muchos alumnos no se presentan más que a la entrega de trabajos finales y aprovechan su tiempo en otras actividades. Desde luego, las clases son muy esclarecedoras (aunque esto también varía según el profesor) pero la formación, el bagaje que se adquiere como filósofos, es algo que no se agota en ellas. Se pueden crear grupos de estudio o de discusión allende las fronteras de la facultad –nosotros somos ejemplo de ello–, se pueden tomar otras clases en los colegios vecinos o en otras facultades; se pueden aprender idiomas, etc.

La filosofía no se hace sólo en los salones de clase; la filosofía es una forma de vida, por ello se practica en la vida misma. La filosofía no depende de planes de estudio, sino de la convicción que se tenga por acudir al llamado, a la vocación.

En rigor no podemos decir si la reforma al plan de estudios es benéfico o no, en última instancia, quienes lo hicieron tienen en la base la esperanza de que será lo mejor; de lo contrario, tendrá que reformarse. Habrá que darle tiempo al tiempo. Pero, se insiste, ello no obsta para la formación filosófica. La filosofía no se reduce con menos horas de clase; no es una profesión más, es una vida, más aún, una vida humana. Hay que tener en cuenta esto último y recordarlo siempre: somos más que el cumplimiento de un programa de estudios.

4 comentarios:

rc dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices, aunque me quedo pensando: si lleváramos a últimas consecuencias tus premisas, nos veríamos obligados a aceptar que el plan del SUA es mejor, dado que "da más libertad" a los alumnos para "vivir la filosofía como vocación" más allá de la academia.

Si el plan de estudios es plan en algo, es precisamente porque se pretende con él la más apta preparación del alumno de filosofía. Siempre hemos oído, por ejemplo, que si se da preferencia a la filosofía analítica o, en general, a la europea sobre la latinoamericana, etc; pues creo que si ello se discute es precisamente porque importa el tipo de formación que nuestra Academia da a sus futuros filósofos, es decir, a su propia identidad. Más allá de lo que pueda hacer cada uno fuera de la Academia, el plan de estudios habla de la identidad de esa Academia. Importa planear y discutir porque somos parte de una misma comunidad que tiene una función particular en la sociedad mexicana. Si cada quien se dispersara por su lado, lo que resultaría es un totalitarismo del grupo que tome la dirección de la Academia, ¿y puede haber filosofía dentro de un totalitarismo? -No: el diálogo se vuelve monólogo.

Creo que las protestas en cuanto a la imposición del nuevo plan, son pertinentes si se toma en cuenta lo anterior: a saber, que en tanto comunidad, todos nosotros (directivos, profesores y alumnos) tenemos un compromiso con la Academia y su identidad, que cualquier decisión que afecte a nuestra comunidad -de quien provenga- debe ser justificada por los responsables y discutida por todos.

Carlos V. dijo...

No veo claramente por qué afirmas que llevando al extremo mis premisas, tendríamos que concluir que el plan del SUA es mejor.
Ahora bien, si observamos lo que se discutió, en rigor no hubo un cambio temático del plan de estudios (es decir, no fue problema qué tipo o corriente filosófica se estudia preferentemente), sólo fue un cambio en horas de clase para fomentar "horas prácticas", donde se supone que el alumno puede investigar, leer, debatir, etc., por su cuenta.
Ciertamente el plan muestra una cierta identidad que pretende concretarse en el "perfil del egresado", ideal éste que raras veces se cumple a cabalidad.
En todo caso, el plan es un parámetro, pero cada quien determina con qué ahínco se dedica al quehacer filosófico, y ello independientemente del plan de estudios.
Me llama sobremanera la atención esto que dices: "Si cada quien se dispersara por su lado, lo que resultaría es un totalitarismo del grupo que tome la dirección de la Academia..." La facultad, en su historia, parece haber padecido diversas "modas" que devienen en aparentes "totalitarismos". De hecho, según testimonio de los propios maestros, es hasta estas fechas que hay más diálogo inter-disciplinario, es decir, entre las diversas corrientes filosóficas (y eso de que hay más diálogo es un decir muy cuestionable) que se encuentran en la facultad. Parece incompatible la dispersión con el totalitarismo, pues si están dispersos, ¿cómo se valida la corriente vencedora?
No creo que haya un totalitarismo a partir de una dispersión, sino que, en todo caso, hay un monismo que nos lleva, eso sí, al monologismo. ¿Y no pasa eso en la facultad? Basta recordar a nuestro maestro analítico catalán renegando de Xirau y Tomasini (¿qué clase de Academia es esa?).

Esponjita dijo...

No. Yo no estoy de acuerdo.
Un alumno de 18 años que ingresa a las aulas de filosofía es tremendamente inmaduro. Y tiene derecho a serlo: tiene 18 años. Si no se le enseña a leer y a argumentar con el arduo trabajo del maestro... mejor que ni se inscriba a filosofía.
El chico llega, y se encuentra unos malditos textos dificilísimos de leer. Luego escribe y el pobre tipo, no sólo no sabe redactar (eso sí no es culpa de la fac), sino que nunca aprende a argumentar, porque el responsable de enseñarle a través de la corrección de tareas y trabajos, es un maldito huevón que por VOCACIÓN y convicción JAMÁS prepara una clase, ni mucho menos hace su trabajo que consiste en diseñar y calificar tareas.

Sí, en algo tienes razón: mientras tengamos una planta docente a la que le importa un comino el magisterio y lo utiliza a) para comer b) para hacerse admirar (entre comillas y entre adolescentes) c) No sea capaz de tener disciplina ni de enseñarla... pues en vez de volver toda la carrera un SUA (como bien lo vió Beto Perdido), deberíamos mejor hacerla un diplomado cassa lam, y darla en la Condesa.

NO. No está bien. Tampoco está bien politizar el asunto y usarlo para otra cosa.
Pero creo que fue una de las decisiones más irresponsables que ha tomado nuestro colegio de profesores...

rc dijo...

Carlos: Me doy cuenta que el cambio en el plan de estudios fue sobre las horas de clase. Si introduje el tema de las materias u orientación filosófica, lo hacía como una analogía del problema que discutimos aquí. El contenido del curso, al igual que la duración de los cursos, son determinados bajo una idea de lo que es la enseñanza de la filosofía (e incluso de lo que es la filosofia misma). Habrá quienes crean que la filosofía es esto o lo otro y que, por tanto, debe enseñarse así o asá. Estas dos cuestiones están, pues, muy relacionadas. Como bien señalas, estas visiones son variables a través del tiempo. Lo que quiero decir es que en ese debate se juega la identidad de nuestra institución y que nosotros, al ser parte de ella, no sólo debemos estar enterados del debate, sino que las autoridades deberían reconocer nuestra pertinencia dentro del debate. Es cierto que la experiencia y sabiduría de los profesores superan a la del alumno, pero si se toma eso como razón para privar al alumno de expresar su juicio respecto de cuestiones que le incumben, ¿es esto educativo?

Por otro lado, tampoco deberíamos creer que porque sea la institución la encargada de proporcionarnos a los alumnos las herramientas filosóficas, nosotros mágicamente nos volveremos filósofos. Ciertamente -y en eso estaba de acuerdo contigo- la vocación tiene un papel fundamental en la educación. Si al alumno simplemente le interesa más dedicarse a cualquier otra actividad (incluso actividades laborales) en vez de estudiar los textos y problemas filosóficos que se analizan en clase, ¿cómo podría aprender filosofía? Y sabemos que estos casos abundan en el colegio.

Creo (al igual que esponjita) que en la facultad falta disciplina, pero tanto por parte del alumno como del profesor (claro, hay excepciones, y sin duda muy buenas excepciones). Muchos de nosotros tenemos bien ubicados a los profesores de optativas que se dedican a ver semestre tras semestre los mismos autores, los mismos textos y dar los mismos comentarios; y eso si no se dedican sólo ¡a leer en clase! No debería sorprendernos que nuestro Instituto de Filosóficas no tenga mayor acercamiento con nuestra Facultad (como señaló el Dr. Hurtado en su cuarto informe de labores).

Al que le gusta filosofar filosofa aquí o allá; el que realmente quiere filosofar aprenderá a filosofar.