Por: Carlos Vargas
El fragmento que ha colocado Priani en su página (Fragmento de Indología) es, francamente, un gran descubrimiento. En relación con el estilo, no queda más que admirar la pluma de Vasconcelos que, con claridad excepcional, expone su opinión sobre el quehacer del filósofo.
Un punto que me pareció interesante en el texto, es el énfasis en el carácter disciplinario de la filosofía. En efecto, para Vasconcelos, la disciplina del filósofo tiene dos maneras de errar, pero también de lograr aciertos: el análisis y la síntesis. Con todo, el autor parece tener serias sospechas sobre el primer método y mayor gusto por el segundo. La razón de esto, según se lee, consiste en que el análisis consiste en separar, mediante la abstracción, lo común a la diversidad que se nos presenta en el mundo; el problema de esto –advierte Vasconcelos– es que:
La generalización, a pesar de su nombre falsamente generoso, es destructora y empequeñecedora de la realidad; mata siempre una parte del hecho; anula, pone en olvido una multitud de factores; desliga caracteres que en rigor son inseparables[1].
Todo análisis es, pues, empobrecedor, porque renuncia a una gama de factores vitales o existenciales que nos vinculan con el mundo cotidiano[2]. Cabe señalar que el análisis, al ser un método común a muchas áreas del saber, no sólo es exclusivo de la filosofía sino de todo tipo de conocimiento en general. Pero el objeto de análisis es lo que varía de acuerdo con el tipo de rama del conocimiento que se trate. Esto implicaría, sin embargo, que cada área del conocimiento llega a generalizaciones o reducciones y, en este sentido, no diferirían de la filosofía; más aún, todo sería filosofía. En este sentido, me parece que el análisis no es una disciplina o método exclusivamente filosófico sino que requiere ser matizado para saber por qué analizar distingue a la “ciencia primera” de otros conocimientos. Dicho en otros términos, no sólo la filosofía ha generado generalizaciones, también lo han hecho las ciencias naturales, sociales y/ o del espíritu.
Ahora bien, el hecho de que todo ámbito del conocimiento es susceptible de generar análisis no ha desembocado sólo generalizaciones sino, también, en especialidades que se alejan más de la cotidianidad cuanto más específicas sean. Así pues, el análisis conduce a la reducción en cada especialidad que se mantiene inconexa respecto de otras. Visto así, Vasconcelos tiene razón al afirmar que se pierde mucho de lo existencial o vivencial con el análisis, pues el mundo queda fragmentado en generalidades escindidas entre sí.
La preferencia que Vasconcelos tiene hacia la síntesis es reveladora. Dice el autor:
Además tiene otro método, mucho más fecundo la filosofía, un método en el cual yo veo elementos sensoriales, elementos de percepción de existencia agregados a la mera noción de forma y de concepto, ese otro método se encuentra en el ejercicio de lo que llamamos la síntesis. La síntesis enunciada en forma poco vaga, pero comprensiva; es la noción de la existencia particular enlazada con la noción, con el aumento que le da la existencia del conjunto. El que sintetiza aumenta. Así como la abstracción, mata la realidad, la síntesis anima, aumenta las potencialidades de lo real.[3]
La síntesis implica llenar de contenido las abstracciones que se han generado mediante el análisis; es llenar de vitalidad lo que el frío pensamiento ha destacado mediante sus conceptos. Sintetizar, para el “filósofo amateur” es más que una conclusión que re-une lo abstraído; es imprimir el ingenio del pensador y, por tanto, su circunstancia (cultura y aspectos afines) en las formas abstractas. Esto le permite a Vasconcelos justificar el nuevo tipo de pensamiento o de método filosófico que le servirá a la raza que ha denominado “raza iberoamericana”. Pero lo que hay que resaltar no es tanto su interés por distinguir lo iberoamericano de otras culturas (o razas, como las llama el autor), sino el hecho de que está llevando a cabo una crítica de la noción de filosofía que se entiende como algo alejado de la vida concreta. Así pues, se acerca más a pensadores existencialistas y fenomenólogos que pretender traer de vuelta a la vida concreta la “ciencia primera”.
Desde luego, la finalidad de Vasconcelos es bastante cuestionable. De hecho, se puede apreciar que la filosofía o, más precisamente, sus métodos, sirven de medios para desarrollar otro tipo de pensamiento: la indología. Esto marca un hiato con la filosofía porque ésta –podemos deducir de la lectura– le parece insuficiente al autor para orientar y fundamentar el pensamiento iberoamericano.
En todo caso, considero que Vasconcelos es un pensador que no se propuso re-formular el quehacer filosófico, sino que le interesó dicho quehacer para generar uno nuevo. Esta novedad, por cierto, tiene como finalidad centrarse en la reflexión de lo iberoamericano. Por tanto, el propio autor ha dicho que todo lo que tiene que ver con Iberoamérica no es incumbencia de la filosofía sino de la indología. Esto implica, entonces, que temas como “lo mexicano”, “lo latinoamericano” y cuestiones por el estilo, ya no serían –de acuerdo con Vasconcelos– asuntos filosóficos si se aplica la “cumbre del pensamiento” como afirma el autor, esto es, la Indología.
Respecto al comentario de Priani, no me parece tan claro que “Para el Vasconcelos de la Indología, la filosofía tiene como fin comprender un proceso etnológico, dándole sentido a la raza iberoamericana”[4]. Esto, de acuerdo con lo que he mencionado líneas arriba, ya no sería interés de la filosofía porque se requiere una nueva manera de pensar que permita orientar a la raza iberoamericana. Así, indología y filosofía ya no se identifican y, por tanto, la segunda no sería adecuada para comprender el proceso etnológico de la raza iberoamericana.
Por otro lado, me llama la atención esta afirmación que indica Priani:
Hombre no es un término que designe en él a la humanidad como un género común a todos los hombres de todas las naciones, sino la de aquel hombre nacido y constituido dentro de una cultura. Ese es un detalle que no hay que perder nunca de vista: hombre es siempre un término en singular.[5]
La lectura que hago de este pasaje me sugiere que Ernesto asume que ‘hombre’ se dice, exclusivamente, en singular. Podríamos preguntarnos por qué ‘hombre’ no se dice siempre en universal también o por qué ésta es una opción negada.
Me parece que no podemos afirmar que ‘hombre’ no designa la humanidad como género común. La evidencia de que un hombre frente a otro se reconoce (y reconoce al que tiene enfrente) como perteneciente al género humano, proporciona elementos para aceptar que se manifiesta el género humano cuando decimos ‘hombre’ y cuando vemos a otro hombre. Pero esto no implica –y en esto estoy de acuerdo con Ernesto– que ‘hombre’ no pueda decirse en singular: el hombre es humano, pero también y al mismo tiempo, el resultado de la cultura de la que procede, es individuo.
En otro aspecto en el que tengo dudas, respecto al comentario de Ernesto, es en el que afirma que “[el filósofo] ha perdido su capacidad de acceder a al totalidad, a la abstracción y a la síntesis, a la explicación del todo en el particular, a la totalidad en el uno.”[6] Creo que estoy de acuerdo en parte. Me parece que en gran medida, el hecho de que el filósofo no “acceda” a la totalidad se debe al academicismo en el que ha quedado reducido. Dicho elemento condiciona las investigaciones “serias” de los filósofos y los encausa hacia resultados que “valgan la pena”. Contemplar la totalidad era –podríamos decir– un lujo de los hombre libres, para decirlo con Aristóteles. El filósofo contemporáneo ya no es un hombre (tan) libre como el griego, el medieval, el renacentista e incluso el moderno. Los muros del academicismo obligan a tener que dar resultados a cambio de un salario que permite vivir. Ésta es, creo yo, la razón por la cual el filósofo ya no puede acceder a esa totalidad de la que habla Priani y que Vasconcelos todavía, con un aire romántico, considera una de las metas de la “ciencia primera”. Sin embargo, me parece que los filósofos aún podrían intentar llevar a cabo, si no un “acceso” a la totalidad, por lo menos un intento por dar razón de su propia vida, de todo lo que involucra su propia existencia (una especie autognosis). Esto, desde luego, no es muy específico como para ser consignado como una propuesta acabada, pero al menos creo que queda claro que una investigación así no tendría tanta aceptación en el academicismo y, por tanto, sería una alternativa del pensamiento filosófico.
Pero, asumiendo que Priani tenga razón al afirmar que el filósofo ya no accede a la totalidad, podríamos preguntar entonces: ¿todavía analiza y sintetiza el filósofo si éstos son los métodos para acceder a la totalidad? ¿Qué método(s) usa, entonces, el filósofo? O, más radical aún, si ya no se hace lo que hacían los filósofos, ¿ya no hay filósofos o qué hacen los filósofos hoy día? ¿Podrá la filosofía responder estas dudas, o hemos de aprender indología?
Notas
[1] José Vasconcelos. Indología. En http://www.ernestopriani.com/index.php?id=25,201,0,0,1,0. Consultado en línea en junio de 2009.
[2] Sería interesante hacer eco de esto que señala Vasconcelos en este punto, tomando en cuenta el peso que tiene un tipo de filosofía que prepondera, precisamente, el análisis: la llamada “filosofía analítica”.
[3] Idem.
[4] En http://www.ernestopriani.com/index.php?id=25,201,0,0,1,0. Consultado en línea en junio de 2009.
[5] Idem.
[6] Idem.
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