Eduardo Nicol pensó que el ser del hombre estaba estrechamente vinculado con su hacer, esto significa que la acción humana es una característica ontológica del hombre: el hombre, según Nicol, es lo que hace. La idea que Nicol es un buen punto de partida para el propósito de este texto. Si bien somos lo que hacemos y si lo que hacemos lo relatamos, entonces, de alguna manera, somos lo que relatamos.
El hombre, en tanto que tal, tiene como característica inherente el lenguaje; esto significa que el mundo sólo puede ser transmitido (incluso entendido) por medio de éste. Una forma del lenguaje es el relato o la narración. Esto se pone de manifiesto cuando intentamos comunicarle a alguien –incluso a nosotros mismos– quiénes somos y, por tanto, lo que hacemos.
Al parecer, el relato implica tres componentes básicos, a saber, el que relata, a quién se relata y lo que se relata. Es fácil observar, en consecuencia, que el relato esta íntimamente vinculado con el diálogo; ello debido a que la narración de un relato implica el diálogo entre el sujeto que relata y el que escucha lo relatado. Y aquí hay otro punto interesante. Ya Heidegger en Ser y Tiempo, atribuyó un peso especial a la escucha. ‘Escuchar’ quiere decir ‘guardar silencio’; esto significa que el silencio forma parte esencial del diálogo y, consecuentemente, del relato. Porque, cuando alguien relata algo, el receptor debe estar en silencio, de lo contrario el ruido no permitiría el libre acceso del relato en un receptor. El silencio, pues, es indispensable en una narración; es la condición para dialogar con el otro, para escuchar lo que nos relata.Ciertamente parece que el relato que narramos (incluso a nosotros mismos) es lo que permite el conocimiento y el re-conocimiento del otro y de uno mismo. ¿Somos , pues, lo narramos? Es posible. Recordemos que la posibilidad es una característica ontológica del hombre (pensemos en Heidegger), y lo que narramos o relatamos muestra nuestra condición en tanto que posibilidad; por tanto, considero que no es absurdo asumir que la narración es también una característica ontológica del hombre. Considerando lo anterior, puedo afirmar que, en efecto, somos lo que narramos. Así pues, retomando a Nicol, podríamos concluir que el hombre es lo que hace y lo que (se) narra. La narración es un “hacer” y, por tanto, es un “ser” del hombre.
3 comentarios:
En el relato hacemos tiempo, es decir, hacemos un tiempo, no lo creamos, lo elaboramos. Acaecemos en tiempo, según lo relatado, según nos relatamos. Por eso cuando la poesía se degrada, al Ser sólo le queda el pensar y se deslinda del acaecer. Nos temporizamos cuando nos relatamos. Somos, pues, tiempo.
Y el tiempo deja caer su gota. La gota que se ha formado en la techumbre de nuestra alma cae. En la techumbre de mi mente el tiempo, formándose, deja caer su gota. La semana pasada, mientras me afeitaba, la gota cayó. Estando en pie, con la navaja barbera en la mano, me di cuenta bruscamente de la naturaleza meramente habitual de mi acto (esto significa la formación de la gota), y felicité a mis manos, irónicamente, por perseverar en él. Afeita, afeita, dije. Sigue afeitando. La gota cayó.
Durante la labor del día, sin cesar, aunque a intervalos, mi pensamiento se fue a un lugar vacío y dijo: "¿Qué se ha perdido? ¿Qué ha terminado?" Y "listo y finiquitado", musitaba, "listo y finiquitado", solazándome en estas
palabras. La gente se dio cuenta de la vacuidad de mi semblante y de la vaguedad de mis frases. Las últimas palabras de la frase se perdían en la nada. Mientras me abrochaba el abrigo para ir a casa, dije con más dramatismo: "He perdido mi ser y mi tiempo con esta narración. Ricoeur y Heidegger bailan la danza de los barbones."
jajjajaja
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